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El mes pasado tuve la oportunidad de conocer Oaxaca, que con sus fiestas, artesanías, sus diversos, sus costumbres aun vivas representa el alma indígena del país. Además, el Centro Histórico, la parte más bonita de la ciudad, sede del gobierno de don Benito Juárez y nominado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, es un buen sitio para caminar y encontrar recuerditos, antojitos, artesanías y arte.
Fue en una de las calles del centro donde encontré una tienda-galeria de objetos supuestamente típicos de Oaxaca. En realidad la tienda, cuyo dueño es de Monterrey, está llena de cuadros, bolsas, cajitas, sillas, y hasta diminutos aretes con imágenes de la Virgen, luchadores y calaveras. Se trata de arte kitsch, movimiento estético que juega con las dimensiones del mal gusto, el exceso estridente y pretensioso, lo vulgar y lo corriente. Curiosamente se inicio como algo empobrecido y de mala manufactura para satisfacer gustos populares, aunque por lo visto, esta tienda más bien satisface los gustos de unos cuantos, ya que los precios son demasiado elevados y algunos productos, como las bolsas y los aretes, se pueden encontrar en el mercado a un precio más accesible.

De hecho, podría decir, que lo que más diferencia a la galería del mercado, además de los precios, es el acomodo de la mercancía. En la galería parece que cada objeto es único, mientras que en el mercado o hasta en la calle, lo que venden los artesanos parece todo igual, aunque a veces no sea así. La diferencia es que un objeto fue creado por un “artista”, y el otro por un “artesano”, esta diferencia es la que marca los precios y la originalidad.