¿A QUIÉN LE PERTENECE EL PRIVILEGIO DEL ARTE?/ Priscila Tena Ley

Un nuevo rico acude a la inauguración de la más reciente exposición en la galería más chic de la ciudad. El sujeto se jacta de ser conocedor y amante del arte, por lo que esta ocasión es sumamente importante para demostrárselo a los demás. Quizás sólo haya estudiado hasta la secundaria y jamás haya asistido a alguna clase o curso de historia del arte, lo único que comprende su conocimiento artístico ha sido lo mucho o lo poco que ha escuchado en conversaciones con sus nuevos amigos de la alta sociedad, de los cuales probablemente algunos tengan alguna noción artística, mientras que otros quizás estén igual de perdidos en el abismo de una ignorancia tapada con billetes. Deslumbrado por las palabras tan nice que utilizan sus camaradas de la high, este individuo tiene como único mérito el haberle pegado al gordo con un negocio proliferante, lo que le permitió acceder a un mundo cultural más elevado, en donde la champagne y las conversaciones de arte flotan en un aire rígido y saturado de pretensión. Imaginemos que, mientras esta persona se llena la boca de una pseudo crítica de arte, bromea con sus colegas aficionados, tratando de pronunciar los comentarios más elaborados con las palabras más estilizadas, rebuscadas (e incoherentes) que ha escuchado, para que sus allegados se crean la idea de que de verdad sabe de arte y disfruta de éste, un verdadero crítico de arte se encuentra justo detrás de él, observando la misma obra, la analiza y la saborea, sin hacer ruido alguno, sin prestar atención a los comentarios a su alrededor, y si logra escuchar alguno como el de nuestro amigo aficionado, quizás apenas se le dibuje una sonrisa en su rostro, que denote su poca susceptibilidad a las palabras ilusorias y llenas de vaguedad de quienes se alzan el cuello porque creen saber de este tema. Él no necesita hacer alarde de su conocimiento pues está seguro de éste, tampoco lo comparte por el sentimiento egoísta que invade a la persona que es poseedora de un objeto valioso, o bueno, llamémoslo simplemente como un gesto de humildad. Esta persona no necesita hacerlo, no pretende ni quiere hacerlo, simplemente se encuentra ahí por el placer de admirar obras artísticas, sean o no de su gusto.
Situaciones como éstas, en mayor o menor grado, se presentan en la vida cotidiana de los círculos de las élites sociales o del conocimiento, en un mundo donde cada vez se hace más común el involucrarse con eventos artísticos, ya sea por gusto u obligación, pues esto también se ha convertido en la vía para escalar a una posición de status social o para convertirlo en el sustento de pertenecer a una clase privilegiada. Esto se debe a que, según los estereotipos de cada clase social, la clase alta es la que tiene acceso a este tipo de encuentros artísticos, o los que tienen el derecho de hacerlo, pues se supone que son quienes tienen el don de apreciar el arte, y por supuesto el poder económico para adquirirlo. Sin embargo, las clases sociales no se forman mediante la capacidad o intelecto de las personas, si no por cuestiones económicas, políticas y sociales, lo que no hace lo anterior del todo cierto. Por eso se presentan casos en los que personas de una clase media o baja, que, aunque probablemente tengan menor posibilidad de acceder a esos lugares, puedan ser merecedores del status de conocedor de arte, o simplemente de disfrutarlo o rechazarlo, como cualquier crítico de renombre.
La cuestión entonces es saber si el arte es un privilegio digno de las clases sociales altas, poseedoras de la capacidad económica para adquirir o acceder a obras artísticas, o para aquellos que tienen el don de apreciarlo y criticarlo. Si se inclina por lo primero, tendríamos que poner al dinero como un eje determinante, como herramienta universal para adquirir el título de pertenencia a la high society artística, por lo que acudir a galerías, comprar obras en subastas, y asistir a conciertos de ópera serían los requisitos para pertenecer a tan asediado y deseado lugar, aunque esto no sea equivalente a merecerlo. Por el otro lado, si nos decidiéramos por la segunda opción, cualquier persona con los conocimientos suficientes de arte y el gusto por éste, podría instaurarse en esta posición.
Con esto se presenta otra disyuntiva, ¿debe ser el arte un privilegio para aquellos que pueden o quieren acceder a él? Es decir, sólo le debe pertenecer a los ricos o conocedores, y así debe de quedarse, puesto que sólo ellos lo aprecian, ya sea por su valor social o histórico, dejando a los demás afuera de este codiciado círculo. O en otra visión, el arte debe masificarse, hacerlo posible para todos, tengan o no la solvencia económica y/o conocimientos necesarios para entenderlo. Para mí tampoco es claro saberlo, ya que algunos pensarán que el arte debe quedarse como una manifestación humana digna de aquellos que pueden realizarla y comprenderla, mientras que hacerlo para todos podría quitarle su valor. Otros dirán que es un derecho de todos el tener acceso a él, se tenga o no la posibilidad de comprenderlo o comprarlo.
No queda claro cuál es la posición correcta o más viable, no sabremos si el arte se seguirá consumiendo como un objeto proveedor de rango, o como un objeto valioso por ser una de las manifestaciones que hacen al humano el ser más increíble de la naturaleza: su capacidad de plasmar una huella imborrable de sus ideas, sueños, sentimientos y emociones en una obra artística. Lo único que sé es que el arte debe ser considerado como un compendio que tiene algo de todos, como una extensión de nuestro existir, que nos atañe a cualquier persona, pues como dijo Terencio, “humano soy y nada de lo humano me es ajeno”, y por tanto, el arte nos pertenece a todos y a nadie, independientemente de la capacidad racional o monetaria de ser digno de ello.

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One Response to : ¿A QUIÉN LE PERTENECE EL PRIVILEGIO DEL ARTE?/ Priscila Tena Ley

  1. un poco o un demasiado esnob no crees??