DOMINGO EN LA GLORIETA CHAPALITA / Anabel Casillas

El arte es, por naturaleza, una actividad social a través de la cual, el hombre se expresa con su paleta de colores dejándonos echar un vistazo al eterno espiral que es su vida, su espacio o su entorno. Sin embargo, mi pregunta es: ¿Podemos encontrar arte únicamente en los museos? En muchas ocasiones podríamos tener en mente a un museo como una gran muralla encargada de custodiar lo que alguien denomina arte, concurrida por una elite que acude ya sea por acrecentar la cultura o por mero esnobismo. Y tendríamos razón.

La Glorieta Chapalita es, desde hace más de quince años, un punto de reunión y esparcimiento familiar donde el arte juega un papel primordial. Es un espectáculo pintoresco y acogedor que invita a unirse: niñas que soplan burbujas y ríen estridentemente, parejas que pasean tranquilamente a su mascota mientras disfrutan de un buen raspado de coco, una banda de jazz que toca mientras a los lejos unos cirqueros lanzan fuego arrancando exclamaciones de sorpresa; y alrededor de todo esto, se encuentra ubicada una gran variedad de cuadros que van desde los de estilo más rústico hasta los más innovadores.

Este lugar ofrece a la venta clásicos ángeles “rafaelescos” que me regresan la mirada con ternura, casas de pueblo, paisajes comunes, bodegones, etcétera. Pero llama mi atención que también existen cosas que escapan a lo que estamos acostumbrados a ver, por ejemplo, un collage hecho con cajetillas de cigarro. Los estilos abstracto y surrealista no fallan en este repertorio por lo que podrán darse cuenta que en realidad sí es un espacio dedicado a la diversidad artística, incluso podría negociarse con el artista un cuadro a petición puesto que los creadores de los cuadros están al lado de ellos por si alguien está interesado en comprarlos y también trabajan (algunos, no todos) sobre pedido.

Es por eso que yo recomiendo ampliamente que hagan una visita, en una tarde dominical cualquiera, para deleitarse la pupila con el trabajo creativo y la tranquilidad que brinda un espacio familiar como este, en el que vale la pena si no desean comprar, sólo mirar. Aunque créanme que entre tanto cuadro sí dan ganas de llevarse por lo menos uno para decorar la casa. Es casi inevitable.

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