¿A QUIÉN LE PERTENECE EL PRIVILEGIO DEL ARTE?/ Priscila Tena Ley

Un nuevo rico acude a la inauguración de la más reciente exposición en la galería más chic de la ciudad. El sujeto se jacta de ser conocedor y amante del arte, por lo que esta ocasión es sumamente importante para demostrárselo a los demás. Quizás sólo haya estudiado hasta la secundaria y jamás haya asistido a alguna clase o curso de historia del arte, lo único que comprende su conocimiento artístico ha sido lo mucho o lo poco que ha escuchado en conversaciones con sus nuevos amigos de la alta sociedad, de los cuales probablemente algunos tengan alguna noción artística, mientras que otros quizás estén igual de perdidos en el abismo de una ignorancia tapada con billetes. Deslumbrado por las palabras tan nice que utilizan sus camaradas de la high, este individuo tiene como único mérito el haberle pegado al gordo con un negocio proliferante, lo que le permitió acceder a un mundo cultural más elevado, en donde la champagne y las conversaciones de arte flotan en un aire rígido y saturado de pretensión. Imaginemos que, mientras esta persona se llena la boca de una pseudo crítica de arte, bromea con sus colegas aficionados, tratando de pronunciar los comentarios más elaborados con las palabras más estilizadas, rebuscadas (e incoherentes) que ha escuchado, para que sus allegados se crean la idea de que de verdad sabe de arte y disfruta de éste, un verdadero crítico de arte se encuentra justo detrás de él, observando la misma obra, la analiza y la saborea, sin hacer ruido alguno, sin prestar atención a los comentarios a su alrededor, y si logra escuchar alguno como el de nuestro amigo aficionado, quizás apenas se le dibuje una sonrisa en su rostro, que denote su poca susceptibilidad a las palabras ilusorias y llenas de vaguedad de quienes se alzan el cuello porque creen saber de este tema. Él no necesita hacer alarde de su conocimiento pues está seguro de éste, tampoco lo comparte por el sentimiento egoísta que invade a la persona que es poseedora de un objeto valioso, o bueno, llamémoslo simplemente como un gesto de humildad. Esta persona no necesita hacerlo, no pretende ni quiere hacerlo, simplemente se encuentra ahí por el placer de admirar obras artísticas, sean o no de su gusto.
Situaciones como éstas, en mayor o menor grado, se presentan en la vida cotidiana de los círculos de las élites sociales o del conocimiento, en un mundo donde cada vez se hace más común el involucrarse con eventos artísticos, ya sea por gusto u obligación, pues esto también se ha convertido en la vía para escalar a una posición de status social o para convertirlo en el sustento de pertenecer a una clase privilegiada. Esto se debe a que, según los estereotipos de cada clase social, la clase alta es la que tiene acceso a este tipo de encuentros artísticos, o los que tienen el derecho de hacerlo, pues se supone que son quienes tienen el don de apreciar el arte, y por supuesto el poder económico para adquirirlo. Sin embargo, las clases sociales no se forman mediante la capacidad o intelecto de las personas, si no por cuestiones económicas, políticas y sociales, lo que no hace lo anterior del todo cierto. Por eso se presentan casos en los que personas de una clase media o baja, que, aunque probablemente tengan menor posibilidad de acceder a esos lugares, puedan ser merecedores del status de conocedor de arte, o simplemente de disfrutarlo o rechazarlo, como cualquier crítico de renombre.
La cuestión entonces es saber si el arte es un privilegio digno de las clases sociales altas, poseedoras de la capacidad económica para adquirir o acceder a obras artísticas, o para aquellos que tienen el don de apreciarlo y criticarlo. Si se inclina por lo primero, tendríamos que poner al dinero como un eje determinante, como herramienta universal para adquirir el título de pertenencia a la high society artística, por lo que acudir a galerías, comprar obras en subastas, y asistir a conciertos de ópera serían los requisitos para pertenecer a tan asediado y deseado lugar, aunque esto no sea equivalente a merecerlo. Por el otro lado, si nos decidiéramos por la segunda opción, cualquier persona con los conocimientos suficientes de arte y el gusto por éste, podría instaurarse en esta posición.
Con esto se presenta otra disyuntiva, ¿debe ser el arte un privilegio para aquellos que pueden o quieren acceder a él? Es decir, sólo le debe pertenecer a los ricos o conocedores, y así debe de quedarse, puesto que sólo ellos lo aprecian, ya sea por su valor social o histórico, dejando a los demás afuera de este codiciado círculo. O en otra visión, el arte debe masificarse, hacerlo posible para todos, tengan o no la solvencia económica y/o conocimientos necesarios para entenderlo. Para mí tampoco es claro saberlo, ya que algunos pensarán que el arte debe quedarse como una manifestación humana digna de aquellos que pueden realizarla y comprenderla, mientras que hacerlo para todos podría quitarle su valor. Otros dirán que es un derecho de todos el tener acceso a él, se tenga o no la posibilidad de comprenderlo o comprarlo.
No queda claro cuál es la posición correcta o más viable, no sabremos si el arte se seguirá consumiendo como un objeto proveedor de rango, o como un objeto valioso por ser una de las manifestaciones que hacen al humano el ser más increíble de la naturaleza: su capacidad de plasmar una huella imborrable de sus ideas, sueños, sentimientos y emociones en una obra artística. Lo único que sé es que el arte debe ser considerado como un compendio que tiene algo de todos, como una extensión de nuestro existir, que nos atañe a cualquier persona, pues como dijo Terencio, “humano soy y nada de lo humano me es ajeno”, y por tanto, el arte nos pertenece a todos y a nadie, independientemente de la capacidad racional o monetaria de ser digno de ello.

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EL ARTE DEL MERCADO DE ARTE / Alejandra de la Torre

Dicen que el mercado de arte, como cualquier otro mercado, se rige por la ley de la oferta y la demanda; y en el caso que nos ocupa la demanda esta superando a la oferta.
De acuerdo con la página Artprice el crecimiento del mercado está guiado por el aumento de los compradores, para ser exactos 544 por ciento en los últimos dez años[1]. Esto quiere decir en primer lugar, que el arte como los derechos humanos, se está democratizando; no obstante al igual que éstos son privilegio de aquellos que tengan la suficiente capacidad económica para consumirlo; puesto que [en segundo lugar] el valor de las obras aumenta vertiginosamente debido a que éstas permanecen inmutables al mismo tiempo que el número de consumidores de arte se exponencía.
En este sentido Ana Sokoloff, asesora y dealer de arte en Nueva York, afirma que la creciente demanda a principios de este siglo provocó la necesidad de un mayor flujo de obras[2]. De manera paralela David Norman, vicepresidente ejecutivo de Sotheby’s, comenta que el valor de una obra se debe a que hay millonarios que están dispuestos a pagar precios altos por obras que son muy raras [...] y termina ...tiene que ver con la demanda[3].
En este sentido cabe formular la cuestión de cuál es, entonces, la relación entre arte y mercado. Puesto que si el flujo de obras aumentó quiere decir que los antiguos poseedores de éstas las vendieron, por lo tanto lo que se valoró en esta transacción fue el valor del intercambio más allá del valor intrínseco de una obra.
Y si todas las obras al final siguen siendo arte, ¿qué es lo que hace que el Number 5 de Jackson Pollock se haya cotizado en 140 millones de dólares y el L'Homme au balcon de Gustave Caillebotte en 14 millones de dólares?
El hecho que "Number 5" cotice tan caro tiene que ver con los cinco aspectos fundamentales para valorar el arte de Ana María Battistozzi: la procedencia, la época de la obra, la originalidad, la autoria comprobada del artista y aspectos diversos que tienen que ver con la sensibilidad[4].
En consecuencia Jackson Pollock, sin afán de criticar su obra a falta de un parámetro profesional, fue afortunado de nacer norteamericano y no latinoamericano, africano o asiático; además de otra suerte de subjetividades que contribuyeron a valorar su obra en tan cuantiosa suma.
Siguiendo la misma línea de análisis, la providencia en las relaciones interpersonales del artista funge como un aspecto determinante en la valoración de su obra; puesto que como Renoir afirmaba, el mejor indicador del valor de un cuadro es la sala de subastas[5] y para llegar hasta ese punto se requiere de un arduo trabajo de relaciones públicas. Por lo tanto, además de la arbitrariedad geográfica la valoración del arte tiene que ver con location, location, location...y finalmente, con el petróleo.
El petróleo, como aliciente de las guerras del siglo XXI, ha logrado desestabilizar los mercados generando la tan temida especulación; de esta manera, los inversionistas decepcionados y temerosos de los mercados tadicionales a los cuales dirigir el dinero ocioso para convertirlo en negocio, han contemplado el mercado de arte como una opción deseable por ser altamente rentable y seguro.
Ello convierte al arte en una mercancía despojada de cualquier indicio de valor intrínseco, puesto que éste es indirectamente proporcional a su valor en USD; esto es, el arte comprado como inversión, muchas veces los cuadros van a parar a lugares segurísimos [...]. Y nadie nunca más los ve. Esto es, el arte deja de ser arte puesto que ya no sirve para sentir, para vibrar, para entender[6].
Es por ello que finalmente puede ser afirmado que el arte del mercado de arte tiene que ver, más allá de la ley de la oferta y la demanda, con los derechos humanos, con lo abultada que esté la billetera, la fortuna, la arbitrariedad geografía, location location location, con las desafortunadas guerras por el petróleo e incluso con otras cosas que ya ni siquiera tienen que ver con el arte.

FUENTES
BATTISTOZZI, Ana María (2006). Con Picasso, la cifra se justifica. Disponible en: http://www.clarin.com/diario/2006/05/05/sociedad/s-04501.htm
BRITO, Sara en CNN Expansión (2006). México está que arte. Disponible en: http://www.cnnexpansion.com/xslTransform?xmlurl=http://www.expansion.com.mx/articulo.asp?cve=956_20&xslurl=http://www.cnnexpansion.com/xsl/xpaarticulo.xsl
FIEL, Cecilia (2006). Arte y mercado: ¿qué tiene que tener un cuadro para valer millones?. Disponible en: http://www.clarin.com/diario/2006/05/05/sociedad/s-04501.htm
KOLESNIKOV, Patricia (2006). Esas obras han muerto. Disponible en: http://www.clarin.com/diario/2006/05/05/sociedad/s-04501.htm
MARTÍN Martín, Jesús Ángel (2005). Arte y Mercado. Disponible en: http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/pdf/bgc12-JMartin.pdf

NOTAS
[1] BRITO, Sara en CNN Expansión (2006). México está que arte. Disponible en: http://www.cnnexpansion.com/xslTransform?xmlurl=http://www.expansion.com.mx/articulo.asp?cve=956_20&xslurl=http://www.cnnexpansion.com/xsl/xpaarticulo.xsl
[2] Idem
[3] FIEL, Cecilia (2006). Arte y mercado: ¿qué tiene que tener un cuadro para valer millones?. Disponible en: http://www.clarin.com/diario/2006/05/05/sociedad/s-04501.htm
[4] BATTISTOZZI, Ana María (2006). Con Picasso, la cifra se justifica. Disponible en: http://www.clarin.com/diario/2006/05/05/sociedad/s-04501.htm
[5] MARTÍN Martín, Jesús Ángel (2005). Arte y Mercado. Disponible en: http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/pdf/bgc12-JMartin.pdf
[6] KOLESNIKOV, Patricia (2006). Esas obras han muerto. Disponible en: http://www.clarin.com/diario/2006/05/05/sociedad/s-04501.htm

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ARTE Y MERCADO: UNA RELACIÓN TORMENTOSA / una relación tormentosa / Julio César Orozco Heredia

Una obra de arte implica un sin fin de aristas que nos podrían llevar al mismo punto: ¿qué nos lleva a apreciar una obra de arte? Muchos dirían que el autor es la cosa más importante, la zona proveniente de la obra podría ser importante, la tendencia que exista en el arte actual marcaría nuestra decisión y las respuestas podrían seguir pero yo siento que el arte es más que eso.
Podríamos definir el "valor", como la cualidad contenida en el objeto que complace o satisface a la necesidad interés o deseo de una persona. Mientras que el "precio" es un acuerdo estipulado, o sea ser no más que el valor comercial de un objeto
[1]. A partir de esto podríamos decir que darle valor y ponerle precio a una obra de arte nos lleva a tomar dos decisiones importantes: ahora tendremos que decidir si la obra de arte satisface nuestra necesidad como consumidor y definir si esta satisfacción equivale al precio en que nos venden la pieza. Pero ¿cómo saber si en realidad necesitamos una obra de arte? ¿Qué tal si tan sólo es una necesidad creada por una sociedad estandarizada y clasista?
El mercado de arte no es algo nuevo, éste se remonta a décadas atrás, épocas en las que París era la gran capital de la cultura, la cual perdió su poder ante el nebuloso Londres o la fría Nueva York. La vanguardia llegó a los Estados Unidos de la mano de los ricos neoyorquinos que quisieron emular a sus pares londinenses o parisinos. Una vez invadido el mercado americano de los años veinte por el cubismo y en camino hacia la abstracción figurativa los críticos conservadores se vieron desplazados e impotentes ante la avalancha. Y aquí surge una figura mítica, esnob y elitista: el crítico y el curador. Pero ¿qué tienen de importante estas personitas? Simplemente el hecho de que te pueden destruir como artista o pueden crearte una carrera simplemente a partir de la mordaz fotografía de una mancha en la pared.
Así se desprenden ideas que nos llevan a pensar en una ausencia de criterios claros y objetivos para valorar y juzgar el arte
[2], todo esto a dos motivos: la subjetividad del arte y la experimentación que llevan a cabo los artistas. Estos dos asuntos otorgan aún más poder a los críticos y curadores, ya que tienen la libertad y el cinismo de juzgar como arte lo que quieran y valorar o destrozar las gargantas de quien ellos plazcan. Esto lleva a que el arte se convierta en un gran imperio para ciertas personas o galerías- como Sotheby’s, Christie’s y Phillips quienes controlan en un gran parte el mercado y la exposición mundial de arte.[3]
Además de todo esto, el tiempo es otro de los factores que nos llevan a perder el enfoque acerca de la valoración del arte: siempre será diferente la perspectiva al pasar los años acerca de la lata de Campbell’s de Warhol, por dar un ejemplo. El tiempo nos lleva a darle más importancia a obras de arte de épocas más clásicas o representativas y a darles sólo “spot light” a artistas nuevos y “hips” que traigan ideas nuevas y no darle espacio mediático a artistas como Botero o el mismo Da Vinci.
El arte contemporáneo muestra una dependencia nata hacia las leyes del mercado El artista no tiene otro remedio que aceptar esta situación en espera de que le llegue su turno para colgar su obra en los museos y figurar en los catálogos de arte. Mientras, siempre tiene la alternativa de cotizarse como artesano pintando para colgar en las paredes de la casa de alguna doña ricachona con la necesidad de sentirse pensadora; de algún coleccionista con trauma de curador o crítico; y hasta pintar murales en alguna universidad. Hasta tal punto es cierto que la categoría de un artista, vivo o muerto, depende de su nivel de cotización en los catálogos internacionales de arte y en las subastas.
A partir de todo esto sólo nos queda o nos lleva a concluir algo: el valor del arte se da en consecuencia de las necesidades que tengamos, de la necesidad de en realidad comprar un cuadro o una escultura porque encontramos un verdadero significado a la obra y no sólo nuestra insuficiencia de pensamiento, en realidad comprar no por el hecho de figurar en un grupo social. Asimismo, tenemos que quitarnos de la cabeza de que los curadores y los críticos son los todos poderosos en este negocio, darnos cuenta que tan sólo son individuos incapaces de crear una verdadera obra de arte y por lo cual se dedican a ejercer su poderío y amargura para que los que en realidad tienen talento estén a sus pies.
La conclusión tal vez más clara y más concisa a la que llegué es la siguiente: el arte no se valora por lo que es sino por lo que representa para el comprador, ya que si se le diera un precio equivalente sólo valdría lo que costó el metro de tela y los tubos de óleo. Bueno, siempre desde mi perspectiva.

BIBLIOGRAFÍA
- Haymann, Dalia. Introducción al mercado de arte, Gestión Cultural, Chile, 2 de julio del 2007, consultado el 13 de febrero del 2008, disponible en;
http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/2005/bgc12-mercadodelarte.htm
- Martín, Jesús Ángel. Arte y Mercado, El arte contemporáneo:análisis de sus características y de la forma que es percibido, Valladolid, consultado el 8 de febrero del 2008, disponible en http://www.ideasapiens.com/arte/estetica/arte%20contemporaneo%20percepcion_publico.htm
- Helguera, Pablo. El ajedrez del arte, Los movimientos del poder económico sobre el tablero del espíritu
- Viveros, Christian y Winkleman, Edward. La realeza del arte, Life and style, noviembre del 2007.
NOTAS
[1] Haymann, Dalia. Introducción al mercado de arte, http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/2005/bgc12-mercadodelarte.htm
[2] Martín, Jesús Ángel. Arte y Mercado, El arte contemporáneo:análisis de sus características y de la forma que es percibido, http://www.ideasapiens.com/arte/estetica/arte%20contemporaneo%20percepcion_publico.htm
[3] Haymann, Dalia. Introducción al mercado de arte, http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/2005/bgc12-mercadodelarte.htm

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EL VALOR DEL ARTE CONTEMPORÁNEO EN EL MERCADO / Mónica Rodríguez

A lo largo de los años el arte ha sido una manera de reencontrarnos con el pasado y de adentrarnos con el presente; sin embargo, su valor se ha alterado con la llegada de la innovación tecnológica y la modernidad, en donde el valor del arte está siendo impuesto por el mercado y los “actores” detrás de él. El valor artístico ya no es sólo desarrollado libremente por medio de la creatividad artística sino condicionado por el mercado que logra cada vez más modificar y crear nuevas necesidades, influyendo en el deterioro del ojo artístico al igual que el criterio libre de los amantes del arte.
Dalia Haymann escribe en su artículo Introducción al Mercado de Arte la definición de lo que es valor: “la cualidad contenida en el objeto que complace o satisface a la necesidad, interés o deseo de una persona”; sin embargo, este valor es con frecuencia un valor asignado y condicionado por diversos factores que están detrás del mercado. Algunos de los lugares en donde actúa el mercado de arte es en las casas de subasta internacionales en donde se encuentran las multinacionales del arte, las galerías nacionales, las ferias de arte internacionales, las exposiciones independientes y las experimentales, al igual que compañías líderes como Sotheby’s, Christie’s y Phillips quienes controlan el 95% de negocios de ventas internacionales. En cuanto a países, Gran Bretaña con un 28.7% y EE.UU con un 49.8% controlan las ventas internacionales.
En estos lugares se lleva a cabo lo que se conoce como las leyes del mercado, en donde el valor artístico es convertido en un valor económico. Jesús Ángel Martín, profesor de filosofía habla de esto en su artículo Arte y Mercado al decir que “cuando se compra un objeto cuyo costo es superior al de los materiales de que consta la plusvalía que se genera equivale a su valor artístico...el valor artístico se traduce hoy en valor económico”.
Dentro de las leyes del mercado, lo que le da el cambio de valor al arte depende del número de catálogos internacionales de arte, la calidad del artista, subastas en los que sale el artista al igual que las críticas que tenga. Renoir habla de lo anterior al decir que “el mejor indicador del valor de un cuadro es la sala de subastas; como las cualidades estéticas, la utilidad marginal permite objetivar su valor, traducir en términos de beneficios y costos la producción y adquisición de arte”.
Dentro de las leyes del mercado de arte, otras formas para asignarle un valor es por el número de exposiciones que aparece una obra u obras, ya sean internacionales o nacionales y por el ranking de las ventas, lo cual crea una cuantificación numérica fría que desvanece la intuición, sensibilidad y gusto propio de la persona que colecciona arte. Estos valores son asignados por directores de museos, comisarios internacionales, críticos, especialistas y galeristas , al igual que por los medios de comunicación y la ciencia y la tecnología que le comunican a la gente que comprar, que ver y hasta que les debe de gustar, trayendo así un condicionamiento ideológico a los coleccionistas.
El coleccionismo es condicionado por medio del mercado, los profesionales, los marchantes, las críticas, las multinacionales y el estado quien opera en el mercado de arte. No todos los coleccionistas escogen su arte ya que no todos tienen una buena formación artística, los especialistas son los que deciden por ellos al comprar algo y le asignan valor. Sin embargo, los coleccionistas son los que tienen mayor poder en el mercado ya que su interés económico puede determinar la dirección del mundo de arte ya que al coleccionar piezas coleccionan historia, es decir, arte que definirá quienes fuimos en un futuro y que nos podrá inmortalizar en generaciones futuras. Los coleccionistas también tienen el control sobre el futuro de los artistas. Un ejemplo de esto es que son capaces de destruir las carreras de los artistas al no comprar sus obras o de que tengan éxito, buenas reputaciones y porvenir en el mundo del arte al comprarlas lo cual les da un control sobre el mercado de arte.
Sin embargo, aparte de los especialistas del arte y lo antes mencionado que condiciona a los coleccionistas también influyen los medios de comunicación ya que son un factor importante que ayuda a transformar la ideología de las personas. Un ejemplo de esto es la publicidad. La publicidad es un creador de gustos sociales que ayuda a condicionar la oferta y la demanda. Uno de los publicistas más famosos de arte es Charles Saatchi, quien usa la novedad, la inmediatez y el impacto de un a pieza para darle buena publicidad o construir y destruir reputaciones. Otra manera de condicionamiento es por medio de las escuelas ya que en ellas también se producen gustos, se aprenden y se transmiten a las personas pero no se comprenden con profundidad y es aislado el criterio propio.
Por lo tanto, el mercado de arte es un constructor de valores que muchas veces son impuestos por otros como las multinacionales, para crear beneficios e intereses por medio de la inversión y especulación controlada de las piezas. Hay varios factores que condicionan el pensamiento humano e influyen en las decisiones de los compradores, desechando la esencia de un verdadero valor artístico al igual que la libertad de elección del comprador, transportándonos a un mundo cuantificable que borra el verdadero espíritu del arte y del artista.

Bibliografía:

Schumann Verdú. El valor del arte, Universidad Carlos III, Madrid, junio 6 del 2005, consultado el 13 de febrero del 2008, disponible en; http://www.airecomun.com/blog/2005/06/17/el_valor_del_arte/

Martín, Jesús Ángel. Arte y Mercado, El arte contemporáneo: análisis de sus características y de la forma que es percibido, Valladolid, consultado el 8 de febrero del 2008, disponible en;
http://www.ideasapiens.com/arte/estetica/arte%20contemporaneo%20percepcion_publico.htm

Haymann, Dalia. Introducción al mercado de arte, Gestión Cultural, Chile, 2 de julio del 2007, consultado el 13 de febrero del 2008, disponible en ; http://www.gestioncultural.org/gc/boletin/2005/bgc12-mercadodelarte.htm

Lecturas complementarias:
Helguera, Pablo. El ajedrez del arte, Los movimientos del poder económico sobre el tablero del espíritu
Viveros , Christian y Winkleman, Edward. La realeza del arte, Life and style, noviembre del 2007.
Julia Cooke. ¿Quién tiene derecho a qué? Life and style, noviembre del 2007.
Springer, José Manuel. Una ecuación de poder, juventud y glamour: la fórmula Saatchi

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SEXTO ANIVERSARIO MIO CARDIO / Vanessa Uriarte

Mis manos no son alas pero saben volar
Lila Dipp, arte objeto.

Entre comida, vino, artes plásticas y música se ha dado una fiesta en el Mio Cardio, donde se encontrará durante el mes de febrero, una colectiva que incluye la obra de más de 30 artistas que principalmente nos tratan de transmitir las diversas emociones que nacen del corazón.

A pesar de que la galería es amplia, de diversos artistas y ofreciendo distintas temáticas, fue sin duda el trabajo de una artista el que acaparó toda mi atención; el de la artista Lila Dipp.

Lila Dipp tenía una considerable cantidad de obras en esta galería, y todas eran de arte objeto. Se encontraban todos los temas que uno se pueda imaginar, pero que sin duda tenían el mismo origen: el corazón.

La Guardada, Lila Dipp, arte objeto

Tengo que confesar que el arte objeto no ha sido mi predilecto, especialmente porque a veces se hace una mezcla de varios elementos que quizá no me es fácil interpretar; pero en el caso de Lila Dipp pude encontrar obras explícitas, con las que puedes sentirte perteneciente, y no ajeno, como me pasaba anteriormente al encontrarme con arte objeto. El arte objeto de Lila Dipp no intimida, al contrario; además maneja emociones que sería casi imposible que un ser humano no haya vivido. En mi caso me parecieron obras muy cercanas en las que se había encontrado una manera de expresión, auténtica y bien definida. Se pueden rescatar lo sentimientos que tiene cada obra sin caer en el atiborramiento de elementos que por lo general me parece es algo que te confunde al apreciar una obra de arte objeto.

Esta artista local me parece que ofrece arte objeto muy ameno. En éste, los corazones, flechas y cupidos, salieron sobrando y no fueron necesarios. Demuestra que lo que nace del corazón, es mucho más que esos simples simbolismos.

Ficha Técnica:
SEXTO ANIVERSARIO MIO CARDIO
Todo el mes de febrero de 2008
Avenida Tepeyac 189 a dos cuadras de Lázaro Cárdenas
Tel: 35875790

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